martes, 31 de julio de 2012

Amor aparente


Queridos,

Mamá, Papá y Álex:

Si estáis leyendo esta carta será porque me habré ido. Sin embargo, me gustaría contaros por qué, creo que os debo una explicación por haceros sufrir así.


A los 17 años comencé ha salir con un chico, Esteban. Era un chico muy encantador. Cada día, me demostraba el amor que sentía por mí. Yo obviamente me sentía muy alagada, sobretodo el día en que me organizó una cena romántica en la playa. Ese día fue uno de los mejores que viví. Vino a buscarme, me vendó los ojos y cuando me quiso quitar la venda me encontraba en la arena, junto al mar, y había una mesa con dos sillas, velas, flores y mi plato favorito...

Estábamos muy enamorados. Todo siguió igual hasta que un día se arrodilló ante mí y abrió una pequeña caja con un anillo precioso, con un gran diamante dentro.
Nos casamos. Eso ya lo sabéis, estuvisteis en la boda.

Llevábamos 2 años viviendo juntos, pero después de casarnos, 4 meses más o menos, comenzó a comportarse de forma diferente. Ya no era tan atento conmigo, casi ni hablábamos. Yo le hablaba, le abrazaba, le decía cuanto le amaba, pero el no hacía más que una falsa mueca.
Pensé que había hecho algo mal, y se lo pregunté. Me respondió: "No seas pesada, ya bastante tengo con el trabajo". "Yo también trabajo y no por eso he dejado de quererte" le respondí, con lágrimas en los ojos.

Ese día no volvimos a hablar. Cada vez volvía más enfadado del trabajo, pero un día no pude aguantar más y lo reprendí. Le intenté sonsacar el por qué de su extraño comportamiento y me golpeó. Me rompió el labio, y comencé a llorar.

No le dirigí la palabra en varios días. En el trabajo me preguntaban que me había pasado, pero mentía diciendo que tropecé, sin embargo, dejaron de creerme cuando más adelante, Esteban cogió la manía de pegarme todos los días. Intentaba defenderme pero era mucho más fuerte que yo.

Pedro, un gran amigo mío desde que comencé a trabajar en esa empresa, me dijo que denunciara a Esteban, que no podía seguir dejando que me pegase. Después de salir del trabajo, Pedro me acompañó a poner la denuncia, pero me arrepentí por el camino, pensaba que Esteban podía cambiar. Fui con Pedro a tomar un café y hablamos durante horas.

Durante casi un año, me libraba de algunas palizas gracias a los cafés que me tomaba con Pedro. Ains, Pedro..., era tan amable, tan bueno. Además, era muy guapo y un cuerpo que, bueno ya me entendéis.

Un día, Pedro me preguntó: "¿Te fugarías conmigo?". "Sí" le respondí sin pensar, harta de tanta paliza y tanto desamor. "Prepara las maletas cuando él no esté y ven para mi casa, toma las llaves, quedamos a las 10 en mi casa, no olvides el pasaporte" me dijo Pedro. "Allí estaré" contesté con voz chiquilla enamorada.

Al día siguiente, a las 10 estuve en casa de Pedro. Él llegó nervioso, cogió una maleta y unos billetes de avión que tenía en la mesita y me dijo que debíamos irnos. Ese mismo día cogimos el avión y nos fuimos del país.

Más tarde me enteré de que Esteban había muerto. La casa donde vivíamos salió ardiendo y me dieron por muerta, siento no haber podido avisaros antes, lo siento de verdad.

Aunque tengo la certeza de que Pedro es el responsable del incendio, no le guardo rencor. Es más, me casé con Pedro y somos muy felices. He encontrado mi verdadero amor, y mis amorcitos Julia y Juan, nuestros hijos. Os envío fotos adjuntas a esta carta y la dirección donde podéis venir a visitarme. Espero veros pronto.


Os quiere,



Sándra.





domingo, 29 de julio de 2012

Desengaño


Querida Julia,

Te vi por primera vez a los 16 años. En aquel entonces no era para nada maduro, por lo que lo único que pensé al verte fue: "Menuda tía". No es nada malo, solo fue una manera de expresar la belleza que contemplé.

La segunda vez fue más emocionante, al menos para mí. Tu, junto a tu familia, os mudasteis a la casa de al lado. Al verte salir del coche sentí una gran alegría, una emoción que invadió mi cuerpo, y no podía dejar de mirarte. Eres tan hermosa....

A ti no te gustó nada que te mirase tan fijamente, eres muy borde. Tu forma de ser me gusta también, no pienses que es una critica, todo lo contrario.

A partir de entonces comencé a verte todos los días, incluso íbamos juntos al instituto. Yo siempre te daba conversación pero no eres muy habladora, así que básicamente el que hablaba era yo. No me importaba, me gusta tanto hablar y que me escuchen....

Al terminar el instituto decidí pedirte salir, pero me contestaste que no tenías interés en tener una relación con nadie. Lo acepté y te prometí que te esperaría hasta que estuvieras preparada.

Nunca te lo dije pero estudié una carrera que no me gusta, realmente la detesto, solo por estar cerca de ti.

Pasaron 4 años y ambos conseguimos nuestras titulaciones. Ahora es el momento, pensé en aquel entonces. De hecho, fui a buscarte a tu casa, para declararme, para confesarte el amor que te procesaba..., pero tu no estabas allí. Te llamé al móvil pero la operadora me decía que ese número no existía.

Deprimido volví a casa de mis padres. Al día siguiente de mi regreso, visité a tus padres y les pregunté donde podías estar, pero me dijeron que no sabían donde podías estar.

Tras varios intentos conseguí sonsacarles una dirección. Y ahora te escribo esta carta.


Espero que estés bien.


Roberto.





Días más tarde Roberto recibió una carta:




Querido Roberto,

Nunca ha sido mi intención hacerte daño. Cuando te decía que no quería tener una relación no te mentía, pero nunca he querido tenerla contigo. Eres un buen amigo pero nada más lejos. Recuerdo una vez que me intentaste besar y te golpeé. Te partí el labio, y sin embargo, volviste al día siguiente. No captas ni las directas ni las indirectas. Espero que esta carta te deje claro lo que hace mucho tiempo deberías haber entendido. No te quiero.

Siento ser tan cruel pero creo que es la única manera de que lo entiendas.

Voy a viajar por todo el mundo, ese es mi sueño.


Espero que puedas olvidarte de mi.



Julia.





sábado, 28 de julio de 2012

Capítulo 8

Estuve volando durante mucho tiempo con mis alas de dragón, hasta que sobrevolé un gran bosque y decidí descansar en él. 
Nada más pisar el suelo sentí que me observaban y me seguían. Anduve hasta llegar a un claro del bosque y allí me acorralaron. Eran criaturas de baja estatura, sin pelo, con orejas puntiagudas y una poderosa aura enérgica. Iban con ropas elegantes e impecables. 
Me apuntaban con el dedo y la expresión de sus caras me hacían pensar que si me movía me destrozarían.

- ¿Qué haces aquí humano? - preguntó uno de las criaturas.
- No quiero haceros ningún mal, solo quiero descansar, llevo mucho tiempo viajando.
- No hay mentira en sus palabras, ¿quieres pasar a nuestro pueblo? - dijo otra de las criaturas, la que parecía mas anciana.
- Será un placer - contesté.

Anduvimos durante un buen rato y de repente, ante mis ojos apareció el pueblo de las criaturas. Por lo visto atravesamos un portal...

Pasé varios días en el pueblo aprendiendo de su cultura, de sus poderes, magia. Me informaron de que una guerra inminente se aproximaba, que debía ser mejor. ¿Mejor? me había echo en muy poco tiempo muy poderoso, ¿qué más podía hacer?

Entrené hasta que llegó el día de la gran guerra contra los demonios. Las pequeñas criaturas crearon un portal mágico para que pudiera aparecerme en la batalla o cerca de ella y llegase a tiempo...


Me aparecí muy cerca del campo de batalla. Sobrevolé la zona a gran velocidad y cuando divisé la línea que separaba los dos ejércitos me lancé a toda velocidad, conjurando a la vez un hechizo de onda expansiva para la tierra. Choqué contra el suelo y el hechizo explotó haciendo que la onda expansiva derribase a todos.
Al fondo, donde se encontraban las tropas enemigas divisé un gran castillo. Antes de ir hacia él realicé un hechizo de amplificación de magia y luego otro que hizo que los demonios abandonaran los cuerpos a los que doblegaban. Ya solo quedaba el castillo donde se encontraba Elmond. 

Cuando llegué al castillo encontré al profesor Toril luchando contra aquel viejo que me atacó cuando salvé a la chica de la torre. Debía de ser Elmond. Parecían en igualdad de fuerza, era una batalla increíble. Me dispuse a ayudar al profesor Toril, pero un demonio enorme apareció ante mi y me golpeó. Convocó un centenar de demonios menores que se fueron a enfrentarse a las tropas del profesor Toril. Me recompuse y luché contra él, pero mi poder no es que no fuera suficiente, es que parecía una hormiga enfrentándose a un león. 
Usé todo mi poder para darle un gran golpe. Saqué mi espada, reuní toda mi energía, formé una barrera con todos los elementos y energías de las que disponía, y le dí un gran golpe. Lo derribe, pero se levantó como si nada, y ya no me quedaba energía. Había sido derrotado. 

Algo me invadió. Sentía la energía del dragón y del demonio fusionadas, además de un frenesí que me incitaba a matar....
Lenvaté mi espada. Mi cuerpo emitía tanta energía que a muchos de los que participaban en aquella guerra no podían mantenerse en pie. El demonio sacó una enorme espada de la nada al ver el poder que conseguí.
Comenzamos una lucha. Le atacaba y me paraba. Me atacaba y le paraba. Aumente mi velocidad, comencé a girar alrededor de él y vi que no podía seguir mis movimientos. Entonces ataqué. Lo partí en dos. Y para asegurarme, lo corté, lo corté, lo corté. Picadillo de demonio quedó.
Cansado, me desplomé. 

Elmond se apareció detrás de mi, me hizo algo que me paralizó y luego me agarró y desaparecimos.



Y ahora estoy aquí, atrapado en una gran torre que me absorbe la poca energía que mi cuerpo es capaz de generar. No puedo salir de aquí, está sellado por mi propia energía. No hay puerta, ni ventanas. Parece que esta vez, no es un sueño, esta vez no despertaré... .

Capricho del destino

- Vaya!, que pronto has llegado. Debes de ser muy valiente.
- ¿Qué le lleva a decir eso?
- Los valientes siempre llegan antes. Jovencito, si quieres pasar deberás contarme una historia, tu historia.
- Como quiera, le contaré por qué estoy aquí...

Yo siempre he sido el típico tipo duro de la escuela. Le hacía la vida imposible a los demás y nunca nadie me ha plantado cara, bueno, alguien lo hizo, pero de ella hablaremos luego. No era ningún genio pero conseguí terminar mis estudios, aunque todo hay que decirlo, copié en algunos exámenes y obligué a varios compañeros a hacerme trabajos pero el caso es que lo conseguí. 
Un chico malo eso soy, y no me arrepiento, pero no era yo en aquel momento. Siempre fui de flor en flor en el amor, no me importaban sus sentimientos, y pienso que soy mala persona por ello pero nací así. 
Pero un día la vi pasar frente al bar donde desayunaba cada mañana, le dije un par de obscenidades y ella se acercó a mí y me dijo:

- Me das asco! - y junto a estas palabras un rodillazo en mis partes sensibles. Menuda chica, pensé. Que temperamento!!

Dolorido me fui a casa y pasé la tarde jugando a los videojuegos sin poder quitarme su imagen de mi cabeza. Ese golpe me ha conmocionado, pensé.

Al día siguiente, mientras desayunaba pensaba en volver a cruzarme con ella, y así fue. Al parecer trabajaba en la facultad, cerca de las oficinas donde yo ocupaba el puesto de atención al cliente. Si hubiera tenido una profesora como ella habría sacado matrícula. Era tan... para mí.
Esa vez no le solté ninguna obscenidad. Me acerqué haciendo gesto de paz y se paró. Me miró de arriba a abajo y me preguntó:

- ¿Estudiaste modales anoche?
- Estuve buscando en internet el significado de verguenza y estupidez. No encontré nada que fuera conmigo así que lo dejé. Pero vengo a pedirte disculpas, no estuve acertado a la hora de piropearte de esa manera. 
- ¿Es que lanzas piropos según como sea tu presa? Quiero que sepas algo, por muchos modales que muestres ahora no voy a querer nada contigo. No me gustas y no me vas a gustar así que no pierdas el tiempo.
- Pero si no me conoces. Puedo ser lo que quieras que sea - nunca supe por qué dije eso. 

Mi comportamiento era extraño. Ella me hizo ¿cambiar? No sabía que pasaba, pero cuando la miraba a los ojos... no era yo, parecía que hubiese hechizado.
¿Sería eso lo que llaman amor a primera vista?, pensé.

Cada día la interceptaba por su camino e intentaba entablar una conversación. Aunque fuese borde y despiadada, cada vez hablábamos más tiempo, y eso ya era un comienzo.

- ¿Por qué te caigo tan mal? No puede ser por la primera vez que te hablé, tampoco fui tan grosero. - Le dije uno de esos días.
- La primera vez que me hablaste fue hace muchísimos años, y me pusiste en ridículo durante todo ese curso. Me cambiaron de colegio al año siguiente porque me hiciste la vida imposible durante todo ese año y yo no quise volver. 
En ese instante mi corazón dejó de latir y recordé a esa chica que contestaba siempre en clase. Esa chica a la que sin ningún motivo amargué la infancia. 
Volví en mi y le pedí disculpas, le dije que solo era un niño que después de tantos años no podía guardarme rencor. Y llorando, se fue.

No volví a verla en dos semanas. 

Cuando por fin volvió a su rutina, intenté alcanzarla, pero iba muy deprisa. La seguí. Me di cuenta de que no iba mirando por donde andaba. Corrí todo cuanto pude hacia ella cuando vi que se saltaba el semáforo y un camión pasaba muy rápido. 


- Bueno, ¿y qué pasó?. - Preguntó el anciano, delante de la gran puerta.
- Estoy aquí ¿no?.
- ¿Y ella?
- Ella no, así que al empujarla debí de salvarla.
- MmMmm, ¿te gustaría volver? - preguntó el anciano pensativo.
- No, sentí mucho dolor. No dolor físico, era un malestar muy extraño. Creía que conseguiría que sintiera por mí lo que yo llegué a sentir por ella, cada día... más. Mírame, aquí hablando de sentimientos, el tipo duro...


- Está volviendo, hay que estabilizarlo.

El joven despertó a los pocos días en el hospital. A su lado se encontraba la chica por la que había sufrido tal accidente. Estaba llorando de emoción al ver que al fin había despertado su salvador, y le dio un apasionado beso en los labios.

- Esta juventud..., ya volveremos a vernos cuando llegue tu hora muchacho. - Dijo el anciano para si mismo.



jueves, 26 de julio de 2012

Frunkismilten: El caldero y el vino.

Frunkismilten es un pequeño ser verde, con el pelo largo pero de punta, de donde le crece un trébol de cuatro hojas,  y una barba espesa. Es pelirrojo y tiene los ojos amarillos. Sus orejas son grandes, alargadas y puntiagudas. Es muy pequeño, pero robusto. Siempre lleva un caldero y una gran botella de vino.



Frunkismilten, Frunkis para los más allegados, estaba descansando en uno de sus viajes. Mientras dormía lo capturaron y cuando despertó estaba en un acantilado, colgado por los pies hacia abajo.

- ¿Dónde está mi caldero? y mi vino!!! - dijo con ira.

Se concentró y con todas sus fuerzas rompió sus ataduras y se agarro al palo donde estaba atado. Trepó y llego al borde del acantilado. Al subir inspeccionó la zona, pero ya no había nadie. Maldijo a voz en grito.
Cuando se calmó, comenzó a rastrear. Estaba decidido a recuperar su caldero, y su vino.

Siguió el rastro durante 2 días y medio hasta que se topó con una gran casa. Parecía la casa de gente rica. Pero eso no le echó para atrás, Frunkis entró con decisión formando todo el escándalo que podía.

- Sucias y asquerosas sabandijas, ¿dónde está mi caldero? Os sacudiré la cara a puñetazos. SALID DE AHÍ - gritó Frunkismilten con ganas de pelea.

Se encontraba en el gran salón de la casa. Era enorme y cuadrado. En cada esquina había una entrada que daba cada una a un pasillo, como si la casa estuviese dividida en 4 partes.
De cada entrada, salió un hombre. Estos hombres eran enormes, tanto de altura como de anchura. Tres de ellos eran anchos de fuerte, pero el otro era de gordo.

- Así que el enano verde ha venido a recuperar su caldero, eh. - dijo uno de esos hombres.
- Y mi vino!! - rugió Frunkismilten.
- TE VOY A COMER!! - dijo el hombre obeso.
- Eh!, trofollo, que yo no soy un pollo de corral - le dijo Frunkismilten al hombre obeso.

Sin más espera, Frunkis comenzó a correr hacia uno de esos hombres, y de pronto desapareció y apareció de nuevo pero detrás del hombre gordo. Le propinó una patada en el culo, lo hizo rodar de un lado del salón al otro.

- Es como una peonza!!! - se burló Frunkismilten.

Los hombres restantes se acercaban corriendo a Frunkis, pero esté no movió ni un pelo. Metió la mano derecha en el bolsillo de su pantalón y comenzó a sacar algo. Era un garrote. Los 3 hombres pusieron cara de sorpresa, pero no por ello pararon.
Frunkis los esperó hasta que llegaron a estar lo suficiente cerca como para arrearle un porrazo con el garrote. Le dio a uno en sus partes nobles. Esquivó el puñetazo de uno de ellos, pero no pudo evitar la patada en las costillas que le arreó el tercero. Salió despedido a unos metros. Se recuperó rápido y se puso en guardia. Corrió hacia los dos hombres que quedaban en pie y desapareció de nuevo. Apareció justo encima de uno de ellos y le estampó el garrote en la cabeza.
Con cara de pánico, el último de los ladrones se quedó mirando a Frunkismilten.

- Era cierto, era cierto, decían en el gremio de ladrones que no se le podía robar a los duendes.... Ahí está tu caldero, ahí en ese pasillo, la última puerta a la izquierda. -dijo el ladrón acojonado.

Frunkismilten anduvo hasta llegar a la habitación, le dio una patada a la puerta y la derribó. Allí estaba su caldero, además de un montón de oro. Llenó el caldero con todo el oro que cabía y salió de la habitación.
Inspeccionó la casa hasta que se topó con un gran botellero. Cogió todas las botellas de vino, una a una y las fue metiendo en su bolsillo. No hace falta que se diga, lo mágico que eran esos pantalones.

Contento pero con su seria expresión, Frunkismilten se dirigió al salón, donde se encontraba el ladrón intentando reanimar a sus compañeros desmayados. Frunkis cogió un jarrón que había en una mesita del salón y se lo tiró a la cabeza al ladrón, y se fue.





lunes, 23 de julio de 2012

Capítulo 7

Siempre acabo desmayado, dormido o fuera de mí...

Abrí los ojos. Me encontraba en un lugar desconocido. Otra vez un lugar desconocido.... Una estridente risa invadió mis oídos. ¿Sería Elmond?, me pregunté. Pero no podía ser que hubiese destruido la guarida del Ermitaño, no en tan poco tiempo. Aunque tampoco sabía cuanto tiempo había estado inconsciente...

Hacía calor. No había llegado a conocer el interior de la guarida del Ermitaño pero dudo mucho que fuese como el lugar en el que me encontraba. Parecía una ruina. De pronto la estridente risa surgió de nuevo y alguien comenzó a hablar:

- Así que has venido a detenerme, eh!

- Puede, ¿quién eres? - dije con chulería.

- Soy el motivo de que hayas ido a esa montaña, de que busques a ese hombre.

- Estoy entonces en otra dimensión, ¿no?

- Más o menos, es como cuando estás con tu amiguito el dragón.

- Bueno, hablemos de negocios. ¿Qué quieres de mí?¿Por qué te has metido en mi cuerpo?

- Tienes poder, quiero luchar, quiero sentirme vivo. Siglos llevo pasando de ser en ser. Todos mueren tarde o temprano. Te ayudaré si buscas la inmortalidad.

- ¿Y dónde puedo encontrarla? Empezaremos a buscarla en cuanto podamos.

- Existe un libro de magia antigua, muy antigua. En él están escritos los secretos más poderosos de la magia.

- Estupendo, seré el mago más poderoso del mundo.

- Si consigues llegar asta el libro...


Había hecho un trato con un demonio que podía hacerme la vida imposible si se lo hubiese propuesto. Podría doblegar mi voluntad y hacer lo que quisiera. Pero bueno, cuando consiga ese libro, lo expulsaré de mi cuerpo y lo tiraré al fondo del mar.

Desperté y me encontré con "El Ermitaño" y Crontos. Hablaban. De pronto se fijaron en mí. "El Ermitaño" se acercó y me dio una palmada en la espalda a la vez que me decía:

- Enhorabuena, lo has conseguido, has hecho un trato con él. 

- Podría cambiar de idea en cualquier momento, no me inspira ninguna confianza.

- Esos demonios son muy de cumplir su palabra. No conozco alguno que no haya cumplido su trato.

- Pues vale, gracias por su ayuda.

- Es un placer. Eh, si ves a alguno de esos magos imbéciles al salir, mátalos. Y dale recuerdos Toril, y dile que venga a verme, tengo algo que hablar con él.

Salí de allí dispuesto a ir a buscar al profesor Toril para hacerle algunas preguntas, pero me topé con un tío con alas que nada más verme me comenzó a lanzar hechizos uno tras otro, sin cesar. Me protegí con un hechizo de barrera mágica y me dispuse a lanzar un rayo paralizante, pero algo me atrapó.

Expandí mi hechizo barrera para liberarme de lo que me atrapaba pero me alcanzó una llamarada. Por suerte, la barrera absorbió la mitad del daño. Me enfurecí y con toda mi energía le lancé un bola de fuego y me teletransporté por su espalda y le lancé un hechizo lanza de hielo.

Fue derribado y cayó lentamente. Lo atrapé en el suelo y le hice decirme quién y por qué me quería matar.

Me respondió que no quería matarme, sino atraparme. Elmond mandó a ese tío raro a atraparme. Pero, ¿por qué?

Tenía que encontrar al profesor Toril lo antes posible y contárselo todo, no quería acabar siendo una marioneta de Elmond...



jueves, 19 de julio de 2012

Capítulo 6

Aquel día me levante temprano. Me encontré con Marla en el comedor. Desayunamos y nos fuimos al bosque. Allí estuvimos toda la mañana. La enseñé a defenderse de todo lo que conocía, teóricamente. Obviamente, no pudo aprenderlo todo, pero la instruí para que fuera teniendo una idea. También le indiqué donde podía buscar la información para aprender todo de lo que le hablé.
Después de comer comenzamos con la lucha. No se le dio mal, pero al igual que la magia, en un día no se puede hacer demasiado.

Después de cenar me fui solo al bosque, a dar un paseo. Me encontré una piedra celeste con unas marcas extrañas. La cogí y sentí un hormigueo por todo el cuerpo. Luego un cayó un rayo sobre mí. Caí de espaldas, no podía moverme, perdí la consciencia.
Desperté. Estaba en una de las mazmorras del castillo encadenado. Serán mágicas, supuse. Entró el profesor Toril:
- Buenos días, Alorian - dijo el profesor en un tono entristecido.
- ¿Por qué estoy encadenado?
- ¿No recuerdas nada?
- Sí, estaba caminando por el bosque, encontré una piedra celeste con unas marcas extrañas, la cogí, me cayó un rayo y me desmayé. Cuando me he despertado ya estaba aquí. ¿Me suelta ya?
- No puedo hacerlo. No soy el único que tiene voz y voto en este castillo. Si fuera por mí, ya estarías libre, pero los demás dicen que eres demasiado peligroso.
- ¿Ah, si? ¿y eso por qué? si me ha derribado un rayo...
- Esa piedra celeste contenía el alma de un demonio muy poderoso. Las marcas que dices son en realidad el nombre escrito en legua demoniaca. Significa Nelo. Ese es el nombre del demonio que ahora está dentro de ti. No, no podemos sacártelo si es lo que piensas, al menos no sin destruirte a ti. Pero si que puedes aprender a controlarlo. No aquí por supuesto, pero conozco a alguien que no tendría ningún problema en darte un poco de ayuda. Le conocen como "El Ermitaño". Vive en una montaña nevada. Es imposible llegar allí sin haber visto el camino... No obstante, te lo enseñaré. - El profesor Toril murmuró un hechizo mientras me sujetaba la cabeza y de pronto supe el camino del que me hablaba.
- Guay! pero...
- Oh! claro, las cadenas. Bueno, no puedo liberarte, pero no creo que te sea un problema... a los dragones negros la magia no les resulta difícil de disipar.


Después de disipar la magia de las cadenas y romperlas me desaparecí hasta las montañas nevadas donde vivía aquel ermitaño. Seguí el camino que me había grabado en la mente el profesor y llegué hasta la entrada de una cueva.
Anduve durante un buen rato. El camino era descendente, me estaba adentrando en la montaña, ya no hacía tanto frío.
Me tope con una especie de Yeti. Era un humanoide lleno de pelo blanco pero con una cabeza, manos y pies enormes.
- Hola - le salude.
- Hola - me contestó. Su voz era muy aguda. Resulta extraño para un ser como él.
- ¿Vive aquí "El Ermitaño"?
- Forastero no pasar. Forastero ir.
- Solo quiero hablar con él. ¿Puedes llamarle?
- Crontos no deja pasar forastero. Forastero irse.
- Crontos, no me iré. Esperare a que salga - me senté en el suelo y saqué un paquete de patatas.

Le ofrecí patatas a Crontos. Creyó que era algo venenoso pero cuando me vio a mi que no me pasaba nada decidió probarlas. Le gustó así que le di el paquete y saqué otro para mi.

Al rato de estar allí escuchamos un ruido por el túnel. Alguien se acercaba y Crontos se puso nervioso.
- Oh no, otra vez venir hombre malo - dijo Crontos asustado.
- ¿Qué hombre?
- Mago malo venir y querer matar Crontos. Crontos no dejar pasar nadie. Amo no querer ver nadie.
- No te preocupes, no pasará nadie que no sea yo.

Aparecio un hombre muy feo, con pequeños cuernos por toda su frente. ¿Qué coño era ese tío?
- ¿Quién eres? - le pregunté al extraño.
- A ti qué te importa. Tú, mono de feria, abre la puerta si no quieres que te de una paliza como hizo mi amigo hace unos días.
- No pasará. - dijo Crontos con rabia.
- Eh, feo, lárgate o tendré que acabar contigo - le dije al extraño.
- Jaja, adelante - me retó.

Materialicé mi bastón mientras corría hacia él. Mientras, el extraño me lanzó una bola negra. ¿Qué hechizo era ese? No importó porque lo absorbí con mi bastón. Cuando estuve lo suficientemente cerca de él saqué la espada y lo corté en por la mitad. Ha sido muy fácil, pensé.

Las puertas se abrieron y apareció un anciano encorvado. Se apoyaba en un bastón para andar. Tenía una barba blanca y larga que arrastraba por el suelo. Iba vestido con un camisón y unas zapatillas de andar por casa. Parecía que se acaba de despertar.
Después de observarme durante largo rato me apuntó con el bastón. Me desmayé.


"El Ermitaño"

"Crontos"

martes, 17 de julio de 2012

Capitulo 5

La historia que me contó el profesor Toril no me causó ningún impacto; si un ejército de demonios amenazaba mi hogar, yo estaría preparado para matarlos a todos. Me fui al bosque. Encontré un río con una cascada enorme. Había una piedra que sobresalía del agua lo suficiente cerca de la cascada como para que el agua me salpicase. Di un gran salto y caí sobre la piedra. Me senté y cerré los ojos. Dejé la mente en blanco. Quería sentir mi alrededor, agudizar mis sentidos, sentir mi energía, conseguir un mayor control de mis facultades.
De pronto, caí. Abrí los ojos y estaba cayendo. ¿Cómo podía ser? Si estaba en lo alto de una piedra delante de una cascada. Debo de haberme dormido. Veo una luz. Otra vez oscuridad. Aparezco de repente en aquella cueva. Sí, me he dormido, estoy otra vez en la misma cueva. Que extraño. Hago un hechizo de luz. La cueva está iluminada, pero por mucho que observo no veo a nadie.

Al cabo de un buen rato escucho el batir de unas alas y un fuerte golpe a mi espalda. Al darme la vuelta veo al dragón.
- Al fin vuelves, has tardado demasiado - me dice el dragón.
- ¿No eres un sueño verdad?
- Jajaja, soy tú, tu eres yo. Somos uno.
- Ah, que bien. ¿Y eso qué quiere decir, que estás enamorado de mí?
- JAJAJA, que osado. Te voy a explicar de que va todo esto joven impertinente. Todos los seres vivos tienen alma, sin embargo, para los magos es un poco diferente. El alma de los magos está, por así decirlo, dividida. Digamos que estás tu y estoy yo. Nuestras almas se unen formando una sola. Yo soy la parte del alma que te permite ser mago.
- ¿Y todos los magos tienen un dragón dentro?
- No, al menos no ha mi. Cada mago tiene un ser formando parte de su alma.
- Pues que bien, siempre quise tener una mascota.
- Bueno, yo te enseñaré unos cuantos trucos. No te sorprendas si vuelves a tu cuerpo cuando terminemos la sesión de entrenamiento, pues parecerá que has despertado de un sueño.
- ¿Está mi cuerpo solo en la piedra?¿Dónde estamos?
- Estamos en un lugar que nadie conoce, estamos en mi cueva, nadie puede entrar ni salir. Solo las almas pueden visitarme, solo a tu alma le permito visitarme. Cuando tu alma abandona tu cuerpo, éste es cubierto por una protección perfecta, nadie puede herirte.
- Perfecto. Ahora, enséñame todo lo que sepas.


Pasamos días enteros entrenando, descubriendo secretos de la magia y algo más. Crámagor, el dragón, me enseñó a usar su poder. Conseguí materializar un arma. Este arma era un bastón blanco metálico con aros dorados. El bastón no era solo eso. También era la vaina de una espada muy larga y fina. Era increíble, me encantaba.
También me enseñó a usar la energía espiritual para aumentar mis facultades físicas. Ahora podía dar saltos enormes, tenía una fuerza impresionante, una velocidad abrumadora,... . Soy la caña, pensé entonces.
Desperté allí en medio, en aquella piedra. Volví al castillo y me encontré con Marla.

- ¿Dónde has estado todos estos días? - me preguntó con tono de enfado.
- Haciéndome más fuerte.
- Estaba preocupada, además, te estuve buscando. Necesito que me ayudes, quiero hacerme más fuerte.
- Estaré encantado de darte algunas lecciones.
- Gracias - me dijo Marla con una gran sonrisa.- Ah, el pesado de Asmon está buscándote también. Te quiere retar de nuevo. Dice que esta vez te dará una paliza. Déjale en ridículo, a ver si aprende...
- Lo que la señorita desee, jaja, en ridículo le dejaré. Espero que no se haya echo más fuerte que yo, sino tendré que comerme mis palabras.
- Bueno, también sería divertido - me dijo con cara de cachondeo.

Nos fuimos juntos al comedor para cenar. Estuvimos hablando durante toda la cena. Al principio no hablaba nada, pero cuando tuvo más confianza conmigo, hablaba por los codos. Eso me gustaba, me relajaba. Quedamos en vernos al día siguiente en los jardines. Le enseñaré todo lo que he aprendido, pensé.
Me dio las  buenas noches y un beso en la mejilla. Entró en su habitación y yo en la mía. Me di una ducha y me dormí.


sábado, 14 de julio de 2012

Capitulo 4


Hace mucho tiempo, había 6 castillos, escuelas de magia claro. En cada uno de ellos se estudiaba un tipo de magia en particular. Cada castillo fue fundado por un gran mago, varios de ellos amigos míos y otros..., no tan amigos, pero poderosos al fin y al cabo. 

Cada año, íbamos reclutando más y más personas. ¿Para qué? Simplemente queríamos ofrecer nuestros conocimientos a quien quisiera. Nos sorprendimos al encontrar tanta gente que tuviera esa característica especial que nos permite ser algo más que humanos. 

A medida que pasaban los años, fui notando que el castillo que dirigía mi buen amigo Elmond Clinsky estaba llenándose demasiado, tenía demasiados estudiantes. Por supuesto, eso no me parecía mal, pero no veía bien que tantos tuvieran conocimientos de la magia negra. 
La magia negra consiste en todo tipo de embrujos y maldiciones dañinas, además de invocaciones del submundo, tales como demonios y no-muertos. Ciertos tipos de demonios, eran parasitarios, es decir, se meten en tu cuerpo y viven de ti, o más bien, viven por ti. Esto de invocar demonios parasitarios se puso de moda. ¿Por qué querría alguien que un demonio se le metiese dentro? Pues para hacerse más fuerte, claro. Todos los meses se hacían duelos entre los alumnos de cada castillo. Esto hacía que los profesores se aplicaran más en enseñar a los alumnos nuevos y más poderosos encantamientos. 

Años más tarde, en una de mis visitas a mi amigo Elmond, descubrí un extraño comportamiento en los alumnos, además de ver alumnos que hacía años que deberían haber terminado su etapa en el castillo. No había vida en sus rostros, parecían zombies. 
Hablé con Elmond y me aseguró que no sucedía nada. Me dijo que estaban allí aun porque ellos le pidieron que les dejara quedarse en el castillo.

Estuve investigando el asunto durante bastante tiempo hasta que descubrí lo que pasaba. Elmond estaba obligando a sus alumnos a ser controlados por un demonio parásito, y los sellaba a sus almas para que no pudieran separarse. Investigué como podía deshacer ese conjuro para salvarles, pero la única forma era destruir al demonio que mayor, el demonio que gobernaba a esos parásitos. Pero, ¿dónde se encontraba ese demonio? Era evidente verlo, el demonio estaba dentro de mi gran amigo. 
Fui a hablar con Elmond y le conté que lo había descubierto. Elmond se derrumbó y me contó que no le estaba poseyendo demonio alguno. 
Elmond estaba enamorado de una mujer, Rishu, que conocía desde hacía años. Yo desconocía que se hubieran casado, pero así era, llevaban años casados. Ambos eran grandes magos y les gustaba mucho experimentar. Un día, Rishu tuvo un problema con un hechizo que se le volvió en su contra. Se trataba de una invocacion superior. Convocó a un demonio parasitario del más alto nivel. Este absorvió toda su energía vital, dejándola inconsciente, pero aun con vida. Cuando Elmond fue a las salas de invocación donde se encontraba Rishu, la encontró allí tirada, sin saber que había pasado. De pronto, el demonio apareció y le ofreció un trato. Debía proporcionarle un ejército de magos dominados por sus lacayos parásitos y él le devolvería la vida a su amada.
Elmond aceptó, no podía vivir sin ella.

Intenté hacer entrar en razón a Elmond, pero no quiso hacerme caso. Repetía una y otra vez: "Debo salvarla, tengo que salvarla".

Fui entonces a hablar con los directores de los otros colegios de magia. Solo 4 estuvimos de acuerdo en que debíamos detenerle. Los otros 2, estaban de parte de Elmond. 

Semanas más tarde, teníamos preparados a los magos más capaces para enfrentarnos a los demonios. Fue una batalla grotesca. Matamos a todos los demonios, junto a las personas a quienes dominaban, menos a uno. Elmond escapó llevándose a su amada en brazos. 

No hemos vuelto a saber nada de él hasta que empezaron a brotar torres negras de la tierra. El hombre que te atacó era Elmond, o al menos su cuerpo.
 

miércoles, 11 de julio de 2012

Capítulo 3.

Llevaba semanas estudiando magia y haciendo mi cuerpo más resistente. Conseguí terminar con los libros de magia elemental, lo cual me permitía varios conjuros por cada elemento.


Unos días atrás, me entró curiosidad por saber por qué había un castillo, en medio de lo que parecía una selva, en el que se enseñaba a unos cuantos afortunados el uso de la magia y el combate con armas. ¿Realmente somos afortunados? me pregunté.

En la biblioteca habían reservado varios libros más para mí. El profesor Toril estaba empeñado en convertirme en un gran mago, o en un gran guerrero y yo quería saber por qué. Aunque no tenía prisa...

Dejé los libros en mi habitación y me dirigí al comedor a comer. Me daba mucha hambre hacer magia. Mientras comía, Asmon, el idiota que me retó a un duelo el primer día que estuve en el castillo, vino a retarme de nuevo. Le rechacé de nuevo, pero insistió. Como empecé a ignorarle me tiró la comida al suelo. Si hay algo que me de corage es que toquen mi comida, y mucho más que la tiren al suelo. Eso me hizo aceptar el duelo.
El camarero, del que me había hecho amigo después de pasarle varias recetas, me puso otro plato de choco con garbanzos y me regalo un paquete de patatas cuando me fuí.

Me dirigí a la arena. La arena es un círculo enorme de tierra rodeado de asientos ascendentes, como en los teatros y esas cosas. Allí estaba Asmon, esperándome para empezar el combate. Me sorprendí al ver que estaba allí todo el castillo.

Marla se acerco a mí y me dijo:
- No te preocupes, no se puede matar ni herir de gravedad. Asmon reta siempre a un duelo a los nuevos, les da una paliza, y luego los invita a unirse a su grupito de chulos. Aunque no se unen demasiados...
- Supongo que solo los payasos como él.
- ¿No tienes miedo?
- No, ¿debería tenerlo?
- Es muy bueno con los hechizos de fuego, y con su espada...
- Lo tendré en cuenta.

Sonó una campana y una voz dijo:
- QUE COMIENCE EL DUELO.

Asmon lanzó una llamarada. La absorví con la mano, el fuego no me hacía nada, lo domino al igual que otros elementos. Después de quitar la cara de idiota, me lanzó una vola de fuego, y se la devolví con una patada.
Al ver que su fuego nada podía hacerme, sacó la espada que guardaba en la vaina que colgaba en su espalda. Corrió hacia mí. Que rápido es, pensé. Esquivé el primer golpe. Con un muro de tierra bloqueé el segundo. Le lancé un rayo que paró con la espada. Dejé que se acercara, le lancé un hechizo de hielo que le hizo resvalar y caer. Aproveche para hacer una prisión de tierra que lo atrapase. Le lancé un rayo de nuevo que le dió en el pecho. Deshice la prisión mientras corría hacia él y le di una patada por la boca. Quedó inconsciente. Gané.
Saqué el paquete de patatas que me regaló el camarero y me lo empecé a comer mientras me iba de allí. La gente gritaba, pero pasé, no buscaba la popularidad, solo quería darle una lección por tirarme la comida.

Días después me encontré con el profesor Toril. Me felicitó por el combate y por el dominio que demostré.

- A estas alturas, supongo que te preguntarás el por qué de tanto entrenamiento. - me dijo el profesor Toril.
- ¿Puede leer la mente o es que es usted el rey de la casualidad? - Pregunté con una media sonrrisa.
- MmMmm, podría intentarlo, pero me temo que solo funciona con gente... ¿cómo se dice...? con pocas luces. Te contaré entonces una historia. Una historia que te hará comprender por qué es tan importante que aprendas a dominar tu poder...



Capitulo 2.

Vaya,  he dormido de maravilla. ¿Por qué querrá verme en la biblioteca?

Después de desayunar en el comedor me dirijo hacia la biblioteca. Cuando llego, está el profesor Toril esperándome.
- Buenos días, ¿preparado para comenzar con el aprendizaje? - dice el profesor.
- ¿De qué se trata?
- Oh, ¿acaso no te sugiere nada el lugar en el que te he citado?
- ¿Piensa ponerme a leer?
- A estudiar más bien. Magia concretamente. Debes aprender a usar la magia elemental, y también deberás entrenarte fisicamente... Será una ardua tarea.
- Bueno, pero la magia mola.
- Y que lo digas, JAJA.

Después de la conversación, me guió por la biblioteca y fue escogiendo varios libros, los cuales me entregó. Me dijo que no tardase mucho en acabarlos, ya que muchos más irían detrás.
Salí con los libros hacia el jardín y me subí a un árbol enorme, me acomodé en una de sus ramas y ahí me puse a leer el primero de los 5 libros, "Aire". El libro tenía su encanto, había sencillos ejercicios de concentración que me ayudaron a sentir la energía que fluye en mi interior. Pasé toda la mañana tirado allí, leyendo y practicando, luego fuí a comer y volví. A mitad de la tarde, alguien me interrumpió:

- Eh!!, TÚ, el nuevo, ¿qué haces ahí arriba?
Lo ignoré.
- EH!!, ¿ERES SORDO?
Seguí ignorándolo. A los que buscan problemas es mejor ignorarlos, pensé.
No pude ignorar la llamarada que me lanzó. La esquivé y salté del árbol.
- ¿A ti qué coño te pasa tío? - le dije.
- Al fin reaccionas, soy Asmon, y te reto a un duelo.
- Vaya mierda de nombre, lárgate de aquí.
- Asmon!!, no está permitido atacar a los compañeros. - gritó una chica.
- Cállate Yull, no voy a atacarle, solo le estoy retando.
- Pues si no acepta, déjale en paz.

Me fuí caminando y me senté a la sombra de un árbol que había cerca. Abrí mi libro y continué con el aprendizaje.
Al día siguiente, me presenté en la sala de entrenamiento. Hablé con el profesor Molic, que enseñaba defensar personal, uso de armas en combate y demás artes de lucha. Me dió una lista de ejercicios que debía hacer para ganar resistencia. Por las mañanas haría los ejercicios para fortalecer mi cuerpo, y por las tardes ejercitaría mi mente.

Los días pasaron...

lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 1.

Esto cada vez es más raro. Estoy solo en un lugar oscuro y húmedo. ¿Qué habrá sido de la chica? ¿y del tío raro que nos sacó de allí? No puede haber sido una trampa para raptar a la chica, si quisiera eso, me habría dado una paliza y se la habría llevado, debo de haberme caído o algo. Escucho un gruñido seguido de una voz que dice:
- ¿Confías en desconocidos? Morirás muy pronto si lo haces. Humanos...
- ¿Quién eres?¿Donde estoy?
No me contesta. No veo nada, no puedo explorar, vuelvo a estar atrapado. A pesar de no saber como salir de esta situación, me siento tranquilo, no tengo miedo. Permanezco allí de pie, a la espera de que el ser que antes me habló vuelva a hacerlo.

Al cabo de un rato, algo me agarra y me eleva. Siento su aliento. Debe de ser enorme, me ha cogido como si fuese un muñeco.
- ¿Es que aquí no hay luz? Déjate ver! - le digo a la criatura.
- ¿Te da miedo la oscuridad?
- No, ¿por qué, es que eres el hombre del saco?
La criatura se echa a reír. Se ve una bocanada de fuego salir de una enorme boca llena de afilados dientes. Por lo que puedo ver, ha hecho arder aceite o alguna otra cosa... ahora hay luz. Observo a la criatura. Es enorme! Está llena de escamas negras, tiene alas, parece... ¿es un dragón? Me quedo fascinado ante tal imagen, nunca había creído que existiera tal criatura.

El dragón me pone en el suelo y se dirige a mí.
- ¿Cómo te llamas joven? - me pregunta el dragón.
- Alorian. - le contesto. - ¿Y tú, tienes un nombre?
- Puedes llamarme Crámagor. ¿Sabes por qué estás aquí?
- No, creo que todo es un sueño. Todo esto es muy raro, hace unas horas estaba clavado con una espada en lo alto de una torre enorme, y ahora estoy aquí sin herida alguna.
- Las torren son meros instrumentos. Os eligen, os atan, os ponen a prueba.
- Y supongo que ahora me dirás que me vas a enseñar a usar mi poder.
- Pues sí, pero antes de que te enseñe nada, debes aprender a dominar...

De repente me despierto en una cama. El desconocido que me salvó está observándome, junto a él se encuentra la joven a la que salvé. Ella me humedece la frente con un trapo mojado.

- Al fin despiertas - dice el desconocido. - Has estado casi 2 días durmiendo. Es normal, tenías una fiebre muy alta... Bueno, Marla te enseñará donde se encuentra el comedor para que repongas fuerzas. Luego te enseñará el resto del castillo. Acomódate y reúnete conmigo mañana al amanecer en la biblioteca. ¿Hay algo que quieras preguntarme?
- Sí, ¿cual es su nombre?
- Oh!, siempre olvido presentarme, mi nombre es Toril Brian Galbo, pero puedes llamarme profesor Toril.
- ¿Por qué nos has traído aquí?
- Para enseñaros a usar vuestras... virtudes. He de irme, recuerda, mañana al amanecer, en la biblioteca.
- Sí, profesor.

Marla me da ropa limpia, me dice que la mía estaba llena de sangre y rota. Me visto y me guía hasta el comedor del castillo. Por el camino observo la estructura, es enorme!. Seguro que me pierdo alguna vez. Al fin llegamos al comedor. Pido un bocadillo de tortilla, coca-cola, y un paquete de patatas fritas. Cuando termino de comer doy un paseo por todo el castillo con Marla. Vuelvo a mi habitación pensando en el camino que tendré que seguir al amanecer hasta la biblioteca. Me echo en la cama... y nada más.

domingo, 8 de julio de 2012

Preludio.

Y aquí estoy, clavado a una pared con una espada enorme atravesándome el pecho. Me pregunto de dónde habrá salido esta torre. Tengo mucho sueño, aunque me acabo de despertar. Tengo que salir de aquí. ¿Pero como me saco una espada del pecho? y, si lo hago, caeré y me mataré. Siento miedo.
Algo me invade, ansío poder, mi cuerpo comienza a moverse por sí solo. Mi brazo se mueve, coge la espada y la arranca de mi pecho con violencia. Ahora caigo. Llego al suelo pero no sufro daño alguno, me quedo de pie, inmóvil. Siento como la herida de mi pecho se va cerrando. ¿Qué soy?
Mi cuerpo gira y con la espada aún empuñada golpeo la torre con tal brusquedad que se empieza a desmoronar. Aparece ante mi la parte superior de la torre destruida. En ella hay clavada una chica con una espada atravesándole el pecho. Está llorando. Me pide ayuda, quiere que la salve. Puedo moverme libremente, por fin. Voy hacia la chica y le intento sacar la espada del pecho. No consigo moverla ni un milímetro. La chica se desmaya. Le tomo el pulso. Parece estar muerta.


Observo mi alrededor. Solo veo fuego. Una barrera de fuego envuelve la torre donde estuve clavado. Oigo una risa. Aparece un hombre. Parece ser muy viejo, tiene una barba larga y lleva una especie de túnica. Siento un terrible malestar al verle. Será malo, pienso. Escucho un sollozo. Es la chica, sigue viva. Me acerco con decisión hacia ella y agarro la empuñadura de la espada que la mantiene cautiva. Esta vez lo consigo. La herida de su pecho sana, me lo agradece. Vuelvo a oír la risa. Encaro al viejo. Le pregunto qué le hace tanta gracia. No me responde. Me invade un sentimiento de odio y le lanzo la espada directa a la cabeza. Lo atraviesa como si nada, será una ilusión.

Oigo una voz en mi cabeza. Aguanta, llegaré enseguida y os sacaré de allí, dice la voz. Aparece el viejo de nuevo. Me ataca. De un puñetazo me hace volar varios metros y chocar contra la torre destrozada. Menudo golpe. Se dirige hacia la chica, va a hacerle daño. Me levanto, corro y golpeo con todas mis fuerzas. Pero no hay nadie, es otra ilusión.

Aparece otro hombre de la nada. Mueve sus brazos y murmura algo ininteligible. Aparece un... ¿escudo? que nos rodea a la chica, a mi y al desconocido. Se dirige hacia mi. Nos dice que nos agarremos a él, que nos llevará a un lugar seguro. Sin pensarlo dos veces le hago caso, la chica me sigue. Todo se vuelve oscuro.