Nada más pisar el suelo sentí que me observaban y me seguían. Anduve hasta llegar a un claro del bosque y allí me acorralaron. Eran criaturas de baja estatura, sin pelo, con orejas puntiagudas y una poderosa aura enérgica. Iban con ropas elegantes e impecables.
Me apuntaban con el dedo y la expresión de sus caras me hacían pensar que si me movía me destrozarían.
- ¿Qué haces aquí humano? - preguntó uno de las criaturas.
- No quiero haceros ningún mal, solo quiero descansar, llevo mucho tiempo viajando.
- No hay mentira en sus palabras, ¿quieres pasar a nuestro pueblo? - dijo otra de las criaturas, la que parecía mas anciana.
- Será un placer - contesté.
Anduvimos durante un buen rato y de repente, ante mis ojos apareció el pueblo de las criaturas. Por lo visto atravesamos un portal...
Pasé varios días en el pueblo aprendiendo de su cultura, de sus poderes, magia. Me informaron de que una guerra inminente se aproximaba, que debía ser mejor. ¿Mejor? me había echo en muy poco tiempo muy poderoso, ¿qué más podía hacer?
Entrené hasta que llegó el día de la gran guerra contra los demonios. Las pequeñas criaturas crearon un portal mágico para que pudiera aparecerme en la batalla o cerca de ella y llegase a tiempo...
Me aparecí muy cerca del campo de batalla. Sobrevolé la zona a gran velocidad y cuando divisé la línea que separaba los dos ejércitos me lancé a toda velocidad, conjurando a la vez un hechizo de onda expansiva para la tierra. Choqué contra el suelo y el hechizo explotó haciendo que la onda expansiva derribase a todos.
Al fondo, donde se encontraban las tropas enemigas divisé un gran castillo. Antes de ir hacia él realicé un hechizo de amplificación de magia y luego otro que hizo que los demonios abandonaran los cuerpos a los que doblegaban. Ya solo quedaba el castillo donde se encontraba Elmond.
Cuando llegué al castillo encontré al profesor Toril luchando contra aquel viejo que me atacó cuando salvé a la chica de la torre. Debía de ser Elmond. Parecían en igualdad de fuerza, era una batalla increíble. Me dispuse a ayudar al profesor Toril, pero un demonio enorme apareció ante mi y me golpeó. Convocó un centenar de demonios menores que se fueron a enfrentarse a las tropas del profesor Toril. Me recompuse y luché contra él, pero mi poder no es que no fuera suficiente, es que parecía una hormiga enfrentándose a un león.
Usé todo mi poder para darle un gran golpe. Saqué mi espada, reuní toda mi energía, formé una barrera con todos los elementos y energías de las que disponía, y le dí un gran golpe. Lo derribe, pero se levantó como si nada, y ya no me quedaba energía. Había sido derrotado.
Algo me invadió. Sentía la energía del dragón y del demonio fusionadas, además de un frenesí que me incitaba a matar....
Lenvaté mi espada. Mi cuerpo emitía tanta energía que a muchos de los que participaban en aquella guerra no podían mantenerse en pie. El demonio sacó una enorme espada de la nada al ver el poder que conseguí.
Comenzamos una lucha. Le atacaba y me paraba. Me atacaba y le paraba. Aumente mi velocidad, comencé a girar alrededor de él y vi que no podía seguir mis movimientos. Entonces ataqué. Lo partí en dos. Y para asegurarme, lo corté, lo corté, lo corté. Picadillo de demonio quedó.
Cansado, me desplomé.
Elmond se apareció detrás de mi, me hizo algo que me paralizó y luego me agarró y desaparecimos.
Y ahora estoy aquí, atrapado en una gran torre que me absorbe la poca energía que mi cuerpo es capaz de generar. No puedo salir de aquí, está sellado por mi propia energía. No hay puerta, ni ventanas. Parece que esta vez, no es un sueño, esta vez no despertaré... .
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