sábado, 28 de julio de 2012

Capricho del destino

- Vaya!, que pronto has llegado. Debes de ser muy valiente.
- ¿Qué le lleva a decir eso?
- Los valientes siempre llegan antes. Jovencito, si quieres pasar deberás contarme una historia, tu historia.
- Como quiera, le contaré por qué estoy aquí...

Yo siempre he sido el típico tipo duro de la escuela. Le hacía la vida imposible a los demás y nunca nadie me ha plantado cara, bueno, alguien lo hizo, pero de ella hablaremos luego. No era ningún genio pero conseguí terminar mis estudios, aunque todo hay que decirlo, copié en algunos exámenes y obligué a varios compañeros a hacerme trabajos pero el caso es que lo conseguí. 
Un chico malo eso soy, y no me arrepiento, pero no era yo en aquel momento. Siempre fui de flor en flor en el amor, no me importaban sus sentimientos, y pienso que soy mala persona por ello pero nací así. 
Pero un día la vi pasar frente al bar donde desayunaba cada mañana, le dije un par de obscenidades y ella se acercó a mí y me dijo:

- Me das asco! - y junto a estas palabras un rodillazo en mis partes sensibles. Menuda chica, pensé. Que temperamento!!

Dolorido me fui a casa y pasé la tarde jugando a los videojuegos sin poder quitarme su imagen de mi cabeza. Ese golpe me ha conmocionado, pensé.

Al día siguiente, mientras desayunaba pensaba en volver a cruzarme con ella, y así fue. Al parecer trabajaba en la facultad, cerca de las oficinas donde yo ocupaba el puesto de atención al cliente. Si hubiera tenido una profesora como ella habría sacado matrícula. Era tan... para mí.
Esa vez no le solté ninguna obscenidad. Me acerqué haciendo gesto de paz y se paró. Me miró de arriba a abajo y me preguntó:

- ¿Estudiaste modales anoche?
- Estuve buscando en internet el significado de verguenza y estupidez. No encontré nada que fuera conmigo así que lo dejé. Pero vengo a pedirte disculpas, no estuve acertado a la hora de piropearte de esa manera. 
- ¿Es que lanzas piropos según como sea tu presa? Quiero que sepas algo, por muchos modales que muestres ahora no voy a querer nada contigo. No me gustas y no me vas a gustar así que no pierdas el tiempo.
- Pero si no me conoces. Puedo ser lo que quieras que sea - nunca supe por qué dije eso. 

Mi comportamiento era extraño. Ella me hizo ¿cambiar? No sabía que pasaba, pero cuando la miraba a los ojos... no era yo, parecía que hubiese hechizado.
¿Sería eso lo que llaman amor a primera vista?, pensé.

Cada día la interceptaba por su camino e intentaba entablar una conversación. Aunque fuese borde y despiadada, cada vez hablábamos más tiempo, y eso ya era un comienzo.

- ¿Por qué te caigo tan mal? No puede ser por la primera vez que te hablé, tampoco fui tan grosero. - Le dije uno de esos días.
- La primera vez que me hablaste fue hace muchísimos años, y me pusiste en ridículo durante todo ese curso. Me cambiaron de colegio al año siguiente porque me hiciste la vida imposible durante todo ese año y yo no quise volver. 
En ese instante mi corazón dejó de latir y recordé a esa chica que contestaba siempre en clase. Esa chica a la que sin ningún motivo amargué la infancia. 
Volví en mi y le pedí disculpas, le dije que solo era un niño que después de tantos años no podía guardarme rencor. Y llorando, se fue.

No volví a verla en dos semanas. 

Cuando por fin volvió a su rutina, intenté alcanzarla, pero iba muy deprisa. La seguí. Me di cuenta de que no iba mirando por donde andaba. Corrí todo cuanto pude hacia ella cuando vi que se saltaba el semáforo y un camión pasaba muy rápido. 


- Bueno, ¿y qué pasó?. - Preguntó el anciano, delante de la gran puerta.
- Estoy aquí ¿no?.
- ¿Y ella?
- Ella no, así que al empujarla debí de salvarla.
- MmMmm, ¿te gustaría volver? - preguntó el anciano pensativo.
- No, sentí mucho dolor. No dolor físico, era un malestar muy extraño. Creía que conseguiría que sintiera por mí lo que yo llegué a sentir por ella, cada día... más. Mírame, aquí hablando de sentimientos, el tipo duro...


- Está volviendo, hay que estabilizarlo.

El joven despertó a los pocos días en el hospital. A su lado se encontraba la chica por la que había sufrido tal accidente. Estaba llorando de emoción al ver que al fin había despertado su salvador, y le dio un apasionado beso en los labios.

- Esta juventud..., ya volveremos a vernos cuando llegue tu hora muchacho. - Dijo el anciano para si mismo.



2 comentarios:

  1. Esta fino, jejeje, aunque me recuerda a otras historias de vida y muerte... saludos y existos

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    1. ¿Y las otras que te parecen? ¿Te han gustado?


      Gracias por comentar ^^

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