jueves, 26 de octubre de 2017

Abeja de juguete

Juana trabajaba como limpiadora. Una de las casas donde iba a limpiar vivía un matrimonio. El matrimonio tuvo hacía años un hijo, que nació muy enfermo y acabó muriendo a los 7 años de edad.
La casa era grande, tenía una gran entrada, un pasillo que comunicaba el salón, la cocina, el baño, las escaleras a la planta superior y la entrada al corral.

El niño fallecido tenía muchos juguetes que sus padres le habían comprado y hecho. Había uno en concreto que le gustaba mucho, y se pasaba horas jugando con él. Se trataba de una abeja en un alambre, que al darle la abeja bajaba y subía  por el alambre.
Cuando el chico murió, su madre puso la abeja en la entrada de la casa porque aseguraba que el niño seguía por allí, su espíritu seguía allí con ellos.

El hijo de Juana iba a ayudar al hombre de la casa con los animales todos los días. Siempre que pasaba por el pasillo le daba a la abeja para que subiese y bajase. Cuando le preguntaban por qué le daba siempre contestaba que un niño le pedía que le diese.

Un día, el hijo de Juana pasó con un cubo en cada mano y no pudo darle a la abeja, y la abeja comenzó a moverse como si le hubiese dado. Ellos no se asombraron porque ya habían notado antes cosas similares.

Pasó el tiempo y la dueña de la casa habló con su marido sobre despedir a Juana, porque ya no necesitaban sus servicios. Entonces, se le manifestó su hijo y le dijo: "¡NO LES ECHES!".
Según lo explicó la mujer, su hijo no quería que Raúl, el hijo de Juana dejase de ir allí. Juana también le explicó que alguna conexión había entre ellos, que debían de haber hablado porque Raúl hablaba en sueños y decía cosas sobre el niño, cosas que hablaba o hacía con él. 





Es increíble como algunas personas pueden percibir ese lado de la realidad. A veces siento envidia, aunque sería raro ver muertos. Cómo saber si es real o no. Que complejo es el mundo y que simple lo vemos.

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