Pasaron los días y Valeria no salía de casa. Estaba malhumorada, desagradable y además, olía mal. Su dejadez preocupaba a su familia y los trabajadores que la veían pasar.
Un buen día, su padre decidió hablar con ella. Estuvo largo rato intentando que la chica tuviese el valor suficiente para contarle lo que la hacía sentirse así.
Una vez enterado de todo, le propuso que se arreglase, cambiase es humor de perros e intentase socializarse un poco. No solo existía un hombre en la faz de la Tierra. Tampoco tenía por qué ser un hombre. Amigas con la que disfrutar del día a día. Algún entretenimiento, teatro, danza, que aprendiera a tocar el violín, cualquier cosa. Pero que cambiase o acabaría siendo una loca amargada rodeada de gatos piojosos.
Esta conversación le afectó a Valeria, pero se quedo tirada en la cama y su padre se marchó, preocupado.
Al día siguiente, Valeria se despertó temprano. Había decidido cambiar, no iba a dejarse destruir por un amor fracasado.
Se aseó, desayunó y se fue a caminar.
Llegó al pueblo y recordó las palabras de su padre. Entonces se dispuso a buscar una escuela de teatro. Se consideraba bastante dramática y peliculera, por lo que se le daría bien el arte de actuar.
Estuvo horas paseando, buscando alguna escuela que le llamase la atención, pero no encontraba.
- Shhh, SHhhhh. - se escuchó desde un callejón.
Valeria se acercó a ver quien la llamaba de esa manera.
- ¿Hola? - dijo Valeria, extrañada.
- ¡HOLA SEÑORITA! - dijo el hombrecito extraño, muy emocionado.
- Eres tú, sinvergonzón. ¿Por qué me llamas a escondidas?
- Pensé que no querrías que te viesen conmigo, por ser..., como soy.
- Me da igual lo que piense la gente, ¿acaso no es evidente? - le dijo Valeria con aires chulescos.
- Bien entonces, usted me sorprende. ¿Tiene algún trabajito nuevo para mi? - le dijo el extraño hombrecillo con una picarona sonrisa en su pequeña cara demacrada.
- En primer lugar, no es necesario que me hables de usted, no soy tan vieja. Y en segundo lugar, no, ahora estoy buscando una escuela de teatro donde apuntarme.
- Aaaaahhhh, interesante, pero no te veo yo haciendo de eso. Eres más brava, por lo que te va mejor luchar con espadas o tirar con arco. ¡ACCIÓN!
- Ahora que lo dices, no se ni que quiero. ¿Sabes dónde podría aprender a luchar con espadas y arcos? - preguntó Valeria, con intriga.
- Sígueme, te llevaré a un lugar que te hará olvidar y sentir.
Chica y hombrecillo se fueron juntos entre callejones hasta que salieron del pueblo y entraron al bosque.
Continuaron hasta llegar a un gran claro, donde el bosque no era tan espeso. Nada mas entrar al claro en el bosque, Valeria pudo ver al menos 10 tiendas enormes y mucha gente con extraños ropajes. Fuegos, espadas, malabares y demás cosas que la dejaron sin habla.
El hombrecillo cogió a Valeria de la mano y se dirigió hacia un hombre de casi 2 metros, con pelo largo que portaba una enorme espada.
- ¡HOLA FORTACHÓN!, vengo con una amiga, quiere aprender a disfrutar de las emociones de la vida. - dijo el hombrecillo al hombre de casi 2 metros al que llamaban Fortachón.
- Bienvenido, hombrecillo. Bienvenida, amiga de hombrecillo. - dijo Fortachón con una voz grave, bastante apropiada para su tamaño y musculatura.
- Hola, soy Valeria. ¿De verdad te llamas Fortachón?
- Aquí no tenemos nombres convencionales. - dijo Fortachón con una sonrisa agradable.
- Bien, pues he venido a aprender a manejar espadas y arcos, pero veo tantas cosas emocionantes. ¿Esa mujer de allí tiene barba?
El hombrecillo y Fortachón comenzaron a reir por el comentario de la barba. Luego, le presentaron a Valeria a todos los miembros del grupo, junto con las habilidades que tenían. Estaba emocionada, y decidió que quería aprenderlo todo.
Entonces, se hizo de noche, y se fue a casa acompañada por el extraño hombrecillo. Esta vez no se fue corriendo. Tampoco se fue llorando. No se fue enfadada. Esta vez se fue tranquila, emocionada por que llegase el día siguiente, en el que comenzaría una nueva etapa en su vida.
Un buen día, su padre decidió hablar con ella. Estuvo largo rato intentando que la chica tuviese el valor suficiente para contarle lo que la hacía sentirse así.
Una vez enterado de todo, le propuso que se arreglase, cambiase es humor de perros e intentase socializarse un poco. No solo existía un hombre en la faz de la Tierra. Tampoco tenía por qué ser un hombre. Amigas con la que disfrutar del día a día. Algún entretenimiento, teatro, danza, que aprendiera a tocar el violín, cualquier cosa. Pero que cambiase o acabaría siendo una loca amargada rodeada de gatos piojosos.
Esta conversación le afectó a Valeria, pero se quedo tirada en la cama y su padre se marchó, preocupado.
Al día siguiente, Valeria se despertó temprano. Había decidido cambiar, no iba a dejarse destruir por un amor fracasado.
Se aseó, desayunó y se fue a caminar.
Llegó al pueblo y recordó las palabras de su padre. Entonces se dispuso a buscar una escuela de teatro. Se consideraba bastante dramática y peliculera, por lo que se le daría bien el arte de actuar.
Estuvo horas paseando, buscando alguna escuela que le llamase la atención, pero no encontraba.
- Shhh, SHhhhh. - se escuchó desde un callejón.
Valeria se acercó a ver quien la llamaba de esa manera.
- ¿Hola? - dijo Valeria, extrañada.
- ¡HOLA SEÑORITA! - dijo el hombrecito extraño, muy emocionado.
- Eres tú, sinvergonzón. ¿Por qué me llamas a escondidas?
- Pensé que no querrías que te viesen conmigo, por ser..., como soy.
- Me da igual lo que piense la gente, ¿acaso no es evidente? - le dijo Valeria con aires chulescos.
- Bien entonces, usted me sorprende. ¿Tiene algún trabajito nuevo para mi? - le dijo el extraño hombrecillo con una picarona sonrisa en su pequeña cara demacrada.
- En primer lugar, no es necesario que me hables de usted, no soy tan vieja. Y en segundo lugar, no, ahora estoy buscando una escuela de teatro donde apuntarme.
- Aaaaahhhh, interesante, pero no te veo yo haciendo de eso. Eres más brava, por lo que te va mejor luchar con espadas o tirar con arco. ¡ACCIÓN!
- Ahora que lo dices, no se ni que quiero. ¿Sabes dónde podría aprender a luchar con espadas y arcos? - preguntó Valeria, con intriga.
- Sígueme, te llevaré a un lugar que te hará olvidar y sentir.
Chica y hombrecillo se fueron juntos entre callejones hasta que salieron del pueblo y entraron al bosque.
Continuaron hasta llegar a un gran claro, donde el bosque no era tan espeso. Nada mas entrar al claro en el bosque, Valeria pudo ver al menos 10 tiendas enormes y mucha gente con extraños ropajes. Fuegos, espadas, malabares y demás cosas que la dejaron sin habla.
El hombrecillo cogió a Valeria de la mano y se dirigió hacia un hombre de casi 2 metros, con pelo largo que portaba una enorme espada.
- ¡HOLA FORTACHÓN!, vengo con una amiga, quiere aprender a disfrutar de las emociones de la vida. - dijo el hombrecillo al hombre de casi 2 metros al que llamaban Fortachón.
- Bienvenido, hombrecillo. Bienvenida, amiga de hombrecillo. - dijo Fortachón con una voz grave, bastante apropiada para su tamaño y musculatura.
- Hola, soy Valeria. ¿De verdad te llamas Fortachón?
- Aquí no tenemos nombres convencionales. - dijo Fortachón con una sonrisa agradable.
- Bien, pues he venido a aprender a manejar espadas y arcos, pero veo tantas cosas emocionantes. ¿Esa mujer de allí tiene barba?
El hombrecillo y Fortachón comenzaron a reir por el comentario de la barba. Luego, le presentaron a Valeria a todos los miembros del grupo, junto con las habilidades que tenían. Estaba emocionada, y decidió que quería aprenderlo todo.
Entonces, se hizo de noche, y se fue a casa acompañada por el extraño hombrecillo. Esta vez no se fue corriendo. Tampoco se fue llorando. No se fue enfadada. Esta vez se fue tranquila, emocionada por que llegase el día siguiente, en el que comenzaría una nueva etapa en su vida.