jueves, 19 de julio de 2012

Capítulo 6

Aquel día me levante temprano. Me encontré con Marla en el comedor. Desayunamos y nos fuimos al bosque. Allí estuvimos toda la mañana. La enseñé a defenderse de todo lo que conocía, teóricamente. Obviamente, no pudo aprenderlo todo, pero la instruí para que fuera teniendo una idea. También le indiqué donde podía buscar la información para aprender todo de lo que le hablé.
Después de comer comenzamos con la lucha. No se le dio mal, pero al igual que la magia, en un día no se puede hacer demasiado.

Después de cenar me fui solo al bosque, a dar un paseo. Me encontré una piedra celeste con unas marcas extrañas. La cogí y sentí un hormigueo por todo el cuerpo. Luego un cayó un rayo sobre mí. Caí de espaldas, no podía moverme, perdí la consciencia.
Desperté. Estaba en una de las mazmorras del castillo encadenado. Serán mágicas, supuse. Entró el profesor Toril:
- Buenos días, Alorian - dijo el profesor en un tono entristecido.
- ¿Por qué estoy encadenado?
- ¿No recuerdas nada?
- Sí, estaba caminando por el bosque, encontré una piedra celeste con unas marcas extrañas, la cogí, me cayó un rayo y me desmayé. Cuando me he despertado ya estaba aquí. ¿Me suelta ya?
- No puedo hacerlo. No soy el único que tiene voz y voto en este castillo. Si fuera por mí, ya estarías libre, pero los demás dicen que eres demasiado peligroso.
- ¿Ah, si? ¿y eso por qué? si me ha derribado un rayo...
- Esa piedra celeste contenía el alma de un demonio muy poderoso. Las marcas que dices son en realidad el nombre escrito en legua demoniaca. Significa Nelo. Ese es el nombre del demonio que ahora está dentro de ti. No, no podemos sacártelo si es lo que piensas, al menos no sin destruirte a ti. Pero si que puedes aprender a controlarlo. No aquí por supuesto, pero conozco a alguien que no tendría ningún problema en darte un poco de ayuda. Le conocen como "El Ermitaño". Vive en una montaña nevada. Es imposible llegar allí sin haber visto el camino... No obstante, te lo enseñaré. - El profesor Toril murmuró un hechizo mientras me sujetaba la cabeza y de pronto supe el camino del que me hablaba.
- Guay! pero...
- Oh! claro, las cadenas. Bueno, no puedo liberarte, pero no creo que te sea un problema... a los dragones negros la magia no les resulta difícil de disipar.


Después de disipar la magia de las cadenas y romperlas me desaparecí hasta las montañas nevadas donde vivía aquel ermitaño. Seguí el camino que me había grabado en la mente el profesor y llegué hasta la entrada de una cueva.
Anduve durante un buen rato. El camino era descendente, me estaba adentrando en la montaña, ya no hacía tanto frío.
Me tope con una especie de Yeti. Era un humanoide lleno de pelo blanco pero con una cabeza, manos y pies enormes.
- Hola - le salude.
- Hola - me contestó. Su voz era muy aguda. Resulta extraño para un ser como él.
- ¿Vive aquí "El Ermitaño"?
- Forastero no pasar. Forastero ir.
- Solo quiero hablar con él. ¿Puedes llamarle?
- Crontos no deja pasar forastero. Forastero irse.
- Crontos, no me iré. Esperare a que salga - me senté en el suelo y saqué un paquete de patatas.

Le ofrecí patatas a Crontos. Creyó que era algo venenoso pero cuando me vio a mi que no me pasaba nada decidió probarlas. Le gustó así que le di el paquete y saqué otro para mi.

Al rato de estar allí escuchamos un ruido por el túnel. Alguien se acercaba y Crontos se puso nervioso.
- Oh no, otra vez venir hombre malo - dijo Crontos asustado.
- ¿Qué hombre?
- Mago malo venir y querer matar Crontos. Crontos no dejar pasar nadie. Amo no querer ver nadie.
- No te preocupes, no pasará nadie que no sea yo.

Aparecio un hombre muy feo, con pequeños cuernos por toda su frente. ¿Qué coño era ese tío?
- ¿Quién eres? - le pregunté al extraño.
- A ti qué te importa. Tú, mono de feria, abre la puerta si no quieres que te de una paliza como hizo mi amigo hace unos días.
- No pasará. - dijo Crontos con rabia.
- Eh, feo, lárgate o tendré que acabar contigo - le dije al extraño.
- Jaja, adelante - me retó.

Materialicé mi bastón mientras corría hacia él. Mientras, el extraño me lanzó una bola negra. ¿Qué hechizo era ese? No importó porque lo absorbí con mi bastón. Cuando estuve lo suficientemente cerca de él saqué la espada y lo corté en por la mitad. Ha sido muy fácil, pensé.

Las puertas se abrieron y apareció un anciano encorvado. Se apoyaba en un bastón para andar. Tenía una barba blanca y larga que arrastraba por el suelo. Iba vestido con un camisón y unas zapatillas de andar por casa. Parecía que se acaba de despertar.
Después de observarme durante largo rato me apuntó con el bastón. Me desmayé.


"El Ermitaño"

"Crontos"

No hay comentarios:

Publicar un comentario