De pronto, caí. Abrí los ojos y estaba cayendo. ¿Cómo podía ser? Si estaba en lo alto de una piedra delante de una cascada. Debo de haberme dormido. Veo una luz. Otra vez oscuridad. Aparezco de repente en aquella cueva. Sí, me he dormido, estoy otra vez en la misma cueva. Que extraño. Hago un hechizo de luz. La cueva está iluminada, pero por mucho que observo no veo a nadie.
Al cabo de un buen rato escucho el batir de unas alas y un fuerte golpe a mi espalda. Al darme la vuelta veo al dragón.
- Al fin vuelves, has tardado demasiado - me dice el dragón.
- ¿No eres un sueño verdad?
- Jajaja, soy tú, tu eres yo. Somos uno.
- Ah, que bien. ¿Y eso qué quiere decir, que estás enamorado de mí?
- JAJAJA, que osado. Te voy a explicar de que va todo esto joven impertinente. Todos los seres vivos tienen alma, sin embargo, para los magos es un poco diferente. El alma de los magos está, por así decirlo, dividida. Digamos que estás tu y estoy yo. Nuestras almas se unen formando una sola. Yo soy la parte del alma que te permite ser mago.
- ¿Y todos los magos tienen un dragón dentro?
- No, al menos no ha mi. Cada mago tiene un ser formando parte de su alma.
- Pues que bien, siempre quise tener una mascota.
- Bueno, yo te enseñaré unos cuantos trucos. No te sorprendas si vuelves a tu cuerpo cuando terminemos la sesión de entrenamiento, pues parecerá que has despertado de un sueño.
- ¿Está mi cuerpo solo en la piedra?¿Dónde estamos?
- Estamos en un lugar que nadie conoce, estamos en mi cueva, nadie puede entrar ni salir. Solo las almas pueden visitarme, solo a tu alma le permito visitarme. Cuando tu alma abandona tu cuerpo, éste es cubierto por una protección perfecta, nadie puede herirte.
- Perfecto. Ahora, enséñame todo lo que sepas.
Pasamos días enteros entrenando, descubriendo secretos de la magia y algo más. Crámagor, el dragón, me enseñó a usar su poder. Conseguí materializar un arma. Este arma era un bastón blanco metálico con aros dorados. El bastón no era solo eso. También era la vaina de una espada muy larga y fina. Era increíble, me encantaba.
También me enseñó a usar la energía espiritual para aumentar mis facultades físicas. Ahora podía dar saltos enormes, tenía una fuerza impresionante, una velocidad abrumadora,... . Soy la caña, pensé entonces.
Desperté allí en medio, en aquella piedra. Volví al castillo y me encontré con Marla.
- ¿Dónde has estado todos estos días? - me preguntó con tono de enfado.
- Haciéndome más fuerte.
- Estaba preocupada, además, te estuve buscando. Necesito que me ayudes, quiero hacerme más fuerte.
- Estaré encantado de darte algunas lecciones.
- Gracias - me dijo Marla con una gran sonrisa.- Ah, el pesado de Asmon está buscándote también. Te quiere retar de nuevo. Dice que esta vez te dará una paliza. Déjale en ridículo, a ver si aprende...
- Lo que la señorita desee, jaja, en ridículo le dejaré. Espero que no se haya echo más fuerte que yo, sino tendré que comerme mis palabras.
- Bueno, también sería divertido - me dijo con cara de cachondeo.
Nos fuimos juntos al comedor para cenar. Estuvimos hablando durante toda la cena. Al principio no hablaba nada, pero cuando tuvo más confianza conmigo, hablaba por los codos. Eso me gustaba, me relajaba. Quedamos en vernos al día siguiente en los jardines. Le enseñaré todo lo que he aprendido, pensé.
Me dio las buenas noches y un beso en la mejilla. Entró en su habitación y yo en la mía. Me di una ducha y me dormí.
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