martes, 25 de septiembre de 2012
El fin de los días
Aquella noche, Coldo y Laura, no podían dormir por el mal tiempo. Había horribles tormentas, los truenos eran tan ruidosos que era imposible conciliar el sueño. Además, había pequeños terremotos.
Sucumbieron al sueño, pero pocas horas pudieron descansar. Al amanecer, terroríficos gritos les despertaron. Al asomarse a la ventana, vieron personas corriendo, intentando esconderse de enormes naves que no dejaban ver el cielo. Las naves empezaron a lanzar rayos que al tocar a las personas, las hacían desaparecer por completo.
Aterrados, Laura y Coldo se vistieron, cogieron los teléfonos móviles , las llaves del coche y algo de comida, que guardaron en una mochila para luego salir corriendo hacia el garaje.
Salieron con el coche del garaje tan rápido como pudieron, esquivaban personas, coches abandonados, árboles caídos, etc. Sentían la tormenta calando en sus cuerpos, estaban aterrados. Los temblores de tierra le dificultaban aun más la conducción, además de los nervios. Mientras Laura conducía, Coldo llamaba a la familia, para ver como se encontraban. Le calmó la idea de saber que sus familiares y los de Laura estaban bien, que no habían llegado las naves a sus casas. Dijeron que se dirigían a una instalación militar que estaba defendida, como habían oído en la radio hacía un momento. Se encontrarían todos allí, si conseguían llegar….
Consiguieron evitar todas las naves e incluso salieron del alcance de sus rayos. Estaban aliviados sabiendo que no morirían aun.
- Menos mal, estaba cagado de miedo – confesó Coldo a Laura.
- Y yo cariño, y yo. Menuda aventura, ¿no? Vacaciones gratis – dijo Laura con risa nerviosa.
Ambos comenzaron a reír pero no duraron mucho esas risas. Otro coche los embistió por la parte trasera derecha del vehículo. Esto hizo que el coche donde iban Coldo y Laura comenzase a dar vueltas, deslizándose por el suelo inundado, hasta que volcó.
Se salieron del coche como pudieron, por suerte no estaban heridos, el cinturón de seguridad hizo su trabajo, pero el coche estaba destrozado. El coche que les embistió estaba parado no muy lejos de ellos. Se acercaron y vieron que el conductor estaba muerto, se había chocado contra la luna delantera y un trozo de cristal le había atravesado la cabeza. La pareja, asqueada por la sangre, se dio la vuelta y descansaron cerca, pero donde no podían ver al muerto.
Laura y Coldo decidieron ir andando, ¿qué otra cosa podían hacer?
Caminaban a paso rápido, mirando siempre hacia atrás, aunque la intensa lluvia no les permitía ver demasiado. En una de las veces que Laura miró hacia atrás, consiguió ver, gracias a la luz del relámpago, las naves que se acercaban. Se miraron, y sin pensarlo comenzaron a correr cuanto podían, pero ¿qué podían hacer contra una flota como aquella? Ellos iban corriendo y las naves volaban. Se sentían impotentes, sabían cómo, cuándo y dónde iban a morir y no podían hacer nada para evitarlo. Aun así, no dejaron de correr.
De pronto se pararon, se miraron a los ojos y comenzaron a besarse apasionadamente.
- ¿Lo hacemos una última vez? – le dijo Laura a Coldo, picarona y asfixiada.
- Va a tener que ser uno rapidito, se acercan muy rápido – contestó Coldo, con tono guasón.
Entonces comenzaron a besarse, se desnudaron he hicieron el amor en medio de aquella carretera, con la lluvia cayendo sobre sus cuerpos desnudos. Cuando se volvieron a prestar atención a su alrededor, se encontraban en una cama. Las paredes de la habitación parecían de metal, y en la habitación solo estaban ellos, su ropa empapada, un extraño mando y aquella cama en la que estaban tumbados.
Extrañados, se vistieron y salieron por aquella puerta de metal. Vieron un largo pasillo repleto de puertas similares a la que acababan de abrir. Anduvieron por el pasillo hasta llegar a un gran salón en el que había muchas personas, además de unos extraños seres de baja estatura y enorme cabeza.
Uno de esos seres se les acercó y les dijo:
- Bienvenidos pareja, estábamos esperándoles. Mi nombre es Mandark, disculpen si les hemos asustado, pero si les hubiésemos advertido no nos habrían creído. Por eso les hemos hecho evacuar el planeta por la fuerza, pues este ha sufrido cambios que lo harán estallar en cuestión de horas. El resto de sus familiares se encuentran en sus habitaciones, descansando, espero que pronto puedan reunirse con ellos.
Ahora nos dirigimos al planeta “Omira 4”. Es un planeta similar al vuestro. Espero que tengan un buen viaje. En sus habitaciones encontrarán ropa seca si usan el mando que les hemos dejado. Se abrirán los compartimentos según el botón que pulsen, encontrarán todo lo que necesiten. Hasta más tarde.
Anonadados, Coldo y Laura se miraron y comenzaron a reír de alegría. Se abrazaron, y rieron. De pronto vieron a sus familiares y corrieron a abrazarlos.
El viaje duro varios días pero no les costó adaptarse a la nave, pues en ella tenían todo tipo de comodidades.
Cuando llegaron al planeta “Omira 4” vieron que lo habían adaptado para que se pareciera a sus hogares. Solo había una diferencia, todos eran iguales en aquel nuevo mundo. Se le asignó un trabajo a cada ser humano según sus habilidades y los sueldos eran similares, por lo que no había pobreza ni riqueza, todos eran iguales. Además, la contaminación no existía en este mundo, y los paisajes eran hermosos.
¿Cuánto tardarían los codiciosos humanos en corromper aquel hermoso mundo que les habían regalado?
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